lunes, 20 de julio de 2015

CASA DE DEAN





HISTORIA

DON TOMAS DE LA PLAZA

La Casa del Deán es un edificio histórico de la ciudad de Puebla, capital del estado mexicano del mismo nombre, el cual data del año 1580. Su nombre obedece al de su primer propietario y constructor, don Tomás de la Plaza, deán de la Catedral de Puebla. De acuerdo al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), institución que resguarda y administra el inmueble que hoy es un museo, la Casa del Deán es "un magnífico ejemplo de lo que fueron algunas de las mansiones en el primer siglo de vida de la Ciudad de Puebla”. Es considerada la primera construcción civil de la ciudad.

 

Su fachada tiene la sobria belleza de estilo renacentista: columnas dóricas en el primer cuerpo y jónicas en el segundo. El exterior luce el escudo de armas del prelado -el deán era cabeza de cabildo en una catedral- con una frase en latín que traducida al español significa Que la entrada y la salida sea en nombre de Jesús.

La escalera de acceso se reconstruyó durante los trabajos de restauración con partes originales y permitió llegar a la planta alta, donde se conservan las dos únicas habitaciones.

                                                                 
LOS MURALES

                                                  
La primera sala conservada

Es  La Sibilina, llamada así por sus muros decorados con representaciones de las mujeres que recibieron del dios Apolo el don de la profecía y la adivinación, conocidas como Sibilas. Aquí observamos con deleite una cabalgata pletórica de color y belleza plástica; las Sibilas montan espléndidos corceles y lucen lujosos vestidos a la usanza del siglo XVI: desfilan ante nuestros ojos Eritrea, Samia, Pérsica, Europea, Cumea, Tiburtina, Cumana, Délfica, Helespóntica, Itálica y Egipcia, quienes según una tradición piadosa profetizaron sobre el advenimiento y la pasión de Jesucristo. Cabe recordar que estas mujeres fueron pintadas por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.

La cabalgata tiene como fondo paisajes presumiblemente europeos. Acompañan a las Sibilas multitud de personajes diminutos, así como una nutrida variedad de animales: conejos, monos, venados, tigres y aves. En las partes superior e inferior de las escenas descritas se pintaron, a manera de marcos, elaboradas cenefas que representan frutas, plantas, mujeres' centauro, niños con alas, aves exóticas y jarrones con flores.

 

De acuerdo a fuentes documentales, existe una  superficie mural de  200 m2 divididos en dos salas:

Sala de Las  sibilas

Históricamente se refiere a los  sacerdotisas de Apolo, que profesaban los designios de los dioses, Eritrea una de las más famosas, quien vaticino varios designios de los  dioses, Eritrea una de las  más famosas, quien vaticino varios oráculos respecto a la guerra de Troya, también anuncio la llegada de cristo al  emperador augusto, conjuntamente con la sibila de tiburtina.

El tema que se desarrolla en  sus cuatro  muros representa la cabalgata de las 12 sibilas profetas menores de Israel, vírgenes profetisas en la antigüedad clásica.

Cada sibila sostiene un estandarte, un  medallón y  cartelas, que  identifican la Anunciación, el Nacimiento, las Venturas y  la Pasión de Cristo hasta su  muerte  y resurrección. El conjunto de las escenas están enmarcadas por dos cenefas con grutescos  repetitivos que combinan follajes, jarrones, angelitos, centauros, hembras, aves y flores, monos e insectos con rasgos prehispánicos.

La parte central de las escenas en los cuatro  muros, están flanqueada por cenefas delimitadas por un cordón, a la manera del que era utilizado para enmarcar los contenidos de los murales en los conventos franciscanos, evocando el cordón del hábito de San Francisco de Asís y subrayando la gran influencia de esta orden en la región y los naturales. Cabe destacar que la delimitación de los diseños formales con una línea es negra, es un estilo que tiene sus orígenes en la técnica de la pintura mural prehispánica.
 
 

 


                                          SALA DE LOS TRIUNFOS
El tema de los triunfos tiene sus antecedentes en la etapa medieval, a la manera en que algunos reyes o pontífices celebraban sus victorias o acontecimiento relevante, mediante la interpretación pictórica durante el Renacimiento; como una evocación de la antigüedad clásica, representada por carros, a la usanza de griegos y romanos.
Las expresiones pictóricas que se observan en la sala de los Triunfos de la casa del Deán, que  refleja la relación de los poemas de Francesco Petrarca del S. XIV, que abordan fielmente al tema de los triunfos y reflejan plásticamente el amor que profesaba el poeta hacia Laura. Las escenas de los cuatro muros están enmarcadas por cenefas en su parte superior e inferior, entre los cogollos y  motivos  vegetales con faunos y amorcillos, águilas y serpientes; elementos más utilizados en representaciones prehispánicas; de manera entreverada, aparecen cartelas tipo escudos, con animales como osos, tlacuaches y cacomixtles en una rara simbiosis entre el mundo antiguo regional y mitología griega.
Las representaciones que aparecen en los muros del recinto expresan los triunfos del Amor, la Castidad y el Tiempo, la Muerte y la Fama.
 

 




                                           TRIUNFO   DE  LA  FAMA

En el poema petraquino, la fama esta antes que el tiempo y la muerte.

Quizás el Deán haya decidido este cambio por razones especiales y con cierta lógica:

¿Qué puede triunfar sobre el amor, la castidad, el tiempo y la muerte? Absolutamente la fama.

El que es famoso ya no tiene los pies sobre la tierra, de ahí que el carro triunfal se mueve entre las nubes y sea tirado por pavorreales, pues no hay animales más fastuosos.

Sobre el vehículo va Laura como si de Era se tratara o quizá del mismo Zeus. Es la mujer amada del poeta que, despojado de su envoltura carnal, se ha elevado a niveles celestes para ser venerado y recordado por la humanidad.
 
 
EL TRIUNFO DEL AMOR

 

El poeta se mira atropellado (y quizás en él que se vea el mismo Deán) junto con sus otros personajes, por el carro triunfal del amor, el cual va sin rienda alguna, tirado por dos briosos corceles blancos, señal de que el amor es puro.

Sobre el carro va Laura, la musa del poeta sosteniendo el corazón ardiente y apasionado del cantor, así como la flecha que enamoro al artista, mientras que cupido con los ojos vendados porque el amor es ciego, está apunto de disparar su saeta sin mirar a donde.



                      TRIUNFO DE LA CASTIDAD

 

Sobre el amor debe triunfar la castidad, virtud principalmente de religiosos.

El mismo carro alegórico es ahora llevado por sendos unicornios, corceles mito-lógicos a quienes los griegos atribuían olfatear la virtud de la pureza y aborrecer la lujuria.

Sólo las vírgenes podían verlos.

En el vehículo va también Laura, sosteniendo la palma del triunfo y la antorcha radiante de la virtud que la engalana.

Aquí solamente es atropellado al clérigo, (¿Petrarca o Don Tomas de la plaza?).

Siguen el carro en contingente de castas doncellas con sus símbolos triunfales.


                         EL TRIUNFO DEL TIEMPO

 

En el poema original, después de la castidad triunfa la muerte, no obstante aquí, sobre la castidad triunfa el tiempo desplegando sus alas veloces, sobre el paisaje de un burgo medieval.

La plataforma rodante tiene a Cronos o Saturno, en el instante de devorar a uno de sus hijos, pues temía que pudieran destronarlo, como sucedió con Zeus.

Hay un reloj de arena muy elocuente.

El padre del tiempo es conducido vertiginosamente por gamos y atropella a los mismos Ángeles y a Hércules o sansón.



                             TRIUNFO DE LA MUERTE

Sobre la puerta un detalle renacentista, un mono pulsando la vihuela o sobre el tiempo triunfa inevitablemente la muerte, dueña y señora de este mundo. A diferencia  de su predecesor, el Cairo lentamente avanza tirado por bueyes.

A su paso atropella a pobres y a ricos, a monarcas y clérigos. Sobre la plataforma campea la descarnada señora blandiendo su guadaña segadora. Le acompañan esos seres femeninos que los romanos asociaban al destino de los hombres y denominaban “Parcas”.
 La quesis sostiene el huso, Lotos extienden los brazos en ademán de extender la vida de los humanos y Átropos implacablemente la existencia.








El Re-descubrimiento de los murales

La Casa del Deán  con el paso del tiempo quedó olvidada y sus murales también; estos volvieron a ser re-descubiertos aunque existen dos diferentes versiones.

La primera de Don Francisco Pérez Salazar, que como él mismo relata:

“queriéndole hacer unas reparaciones, ordené que quitaran el papel tapiz y aplanaran las paredes de lo que fue estudio del señor mi padre; al raspar los albañiles cayó una gruesa costra de cal formada por varias capas de enjalbegados seculares y apareció la pata de un caballo pintado sobre un fondo de estuco antiquísimo. Mande con especial cuidado se continuara limpiando el muro hasta que pudo verse por completo, un hermoso fresco del siglo XVI cubriendo todas las paredes de la espaciosa habitación (…) entre el friso y una orla de arabescos renacentistas, se desarrolla una larga cabalgata de Sibilas, montadas en briosos corceles (…) desgraciadamente hasta ahora, no he podido averiguar quién sería el autor, de esta palaciega decoración”.

Mientras que por otro lado Carlos Ovando dijo en 1923, que:

“Aunque es indiscutible que el señor Pérez Salazar descubrió por primera vez las pinturas al fresco de la Casa del Deán, éste mandó tomar algunas fotografías y después ordenó cubrir nuevamente con todo cuidado los frescos para que pudieran conservarse, esto con el fin de evitarse dificultades por estar amenazado de un juicio de nacionalización de la casa.”

No podremos saber a ciencia cierta qué fue lo que sucedió con estos murales, pero en 1934 el crítico de arte español Diego Angulo Iñiguez, conoció las pinturas de la Casa del Deán que le fueron mostradas por el señor Pérez Salazar; en el tomo II de su “Historia del arte hispanoamericano” se publica una fotografía de estos murales perteneciente al Señor Pérez Salazar.

Lo que nos queda claro es que después del re-descubrimiento de estos murales podemos conocer pinturas bien conservadas del siglo XVI y que no se encuentran en una Iglesia o en un Convento.

Al mismo tiempo estos murales representan momentos de la antigüedad clásica, pero impresos en  un estilo renacentista combinado con tradiciones típicamente indígenas, lo que hace que estos murales sean sumamente impresionantes y que bien merecen una vista.






UN VIDEO PARA QUE TE ATREVAS A CONOCERLO







                                     CÓMO LLEGAR A LA CASA DE DEAN

























 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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